martes, 28 de julio de 2020

EL PASILLO DE MEDIANOCHE

La noche avanzaba cómo cualquier otra, la oscuridad de aquel enorme patio era interrumpida por  las luces de la calle y la luna en cuarto menguante, mientras que nosotros hablábamos de la vida sentados en una banca de cemento. 
Al lado izquierdo hay una pequeña puerta que da a la calle y del lado derecho una que da hacia un pasillo, el cual conduce a casa. Los grillos nos acompañan haciendo una especie de ritmo tenue y, en un instante, está quietud es interrumpida por un golpe seco y estruendoso, ¡algo o alguien ha abierto la puerta intempestivamente!
Nuestra reacción fue inmediata, creyendo que era una broma de parte de algún familiar, fuimos a ver y lo que encontramos fue algo escalofriante: una escena vacía, lúgubre, con aire frío, no hay alguien en absoluto, mas, se escuchan unos pasos de alguien con tacones alejándose (nadie usa tacones). Con el  valor hecho un ovillo aventuramos a avanzar lentamente... Es justo unos dos metros adelante que escuchamos como los pasos retornaban, nos quedamos quietos, en estupor. Los sonidos siguieron en dirección nuestra, atravesó nuestra ubicación y siguió su camino para escucharse detrás de nosotros. 
No hay manera de agradecer a nuestra adrenalina que nos permitió huir hacia casa y resguardarnos entre las cobijas.

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